Artífices de la Guía Michelin desde 1933, los inspectores forman parte del ADN de este compendio de locales selectos famoso por su autenticidad y exhaustividad, dos virtudes que les debe a ellos. Garantes de su profesionalidad, constituyen, en definitiva, la marca de fábrica de la Guía y una baza inestimable para su prestigio.
Las personas que forman los equipos, procedentes de la hostelería y la restauración, son auténticos exploradores y llevan en lo más profundo de su ser la pasión por la gastronomía, como demuestra que recorran (en lo que respecta a los países europeos) un promedio anual de más de treinta mil kilómetros de carretera, siempre en busca de esa recomendación capaz de conquistar a los lectores.
Palacios, hoteles, hostales, pensiones, restaurantes de lujo, tabernas... Un inspector de la Guía Michelin prueba unas doscientas cincuenta comidas anónimas al año, pasa ciento sesenta noches en hoteles, efectúa seiscientas visitas y redacta más de mil informes que nutren una selección inédita cada año.
Lejos de la imagen del inspector severo que garabatea su valoración en una libreta, el inspector, asalariado del grupo Michelin, adopta la conducta de un cliente normal, a fin de asegurarse de que los lectores vivan la misma experiencia que él. En este sentido, sus armas más valiosas son el anonimato y la independencia, y por eso reserva, pide, come o cena, y paga la cuenta en su integridad como cualquier cliente. Solo se identifica en caso de necesidad, siempre después de la inspección, y aprovecha para recabar más datos.
Ahora bien, no todo el que quiere es inspector. Es una profesión para la que se precisan muchos conocimientos, sumados a un gran número de competencias. Además de una experiencia sólida en hostelería y restauración, el inspector debe tener un paladar extraordinarariamente fino y ser capaz de dejar al margen sus gustos personales.
Su agenda es muy apretada: pasa tres semanas al mes sobre el terreno, en la zona geográfica asignada, buscando nuevas recomendaciones y confirmando o retirando de la lista a sus integrantes previos. Durante la cuarta semana vuelve a la sede de Michelin, presenta al redactor jefe el balance de sus tres semanas de gira y entrega sus informes a los redactores, cuyo siguiente cometido es escribir los comentarios que acompañarán a todos los restaurantes y otros establecimientos incluidos en la Guía Michelin.
Por lo que respecta a la concesión de las estrellas, tiene lugar en galas específicas a las que asisten el redactor jefe de la Guía, los inspectores pertinentes y el director internacional de las Guías Michelin. La decisión de adjudicar o no una o varias estrellas a un determinado restaurante se toma de manera colegiada: si hay desacuerdo entre los inspectores sobre la clasificación de un restaurante, se organizan nuevas visitas.
Artículo extraído de El gran libro de la Guía Michelin, puedes encontrar más información aquí.
COMPARTIR