Theodore Gray, autor de Los elementos, vuelve a su inconfundible combinación de narración sugestiva, curiosidad y asombrosas fotografías para revelarnos la extraordinaria belleza del funcionamiento interno de los objetos cotidianos en el libro Cómo funcionan las cosas.
De las cerraduras a los relojes, de las balanzas a los telares, estos sistemas son los fundadores de la industria y la civilización actuales. En opinión del autor, conocerlos en profundidad significa conocernos a nosotros mismos.
"Escribir este libro me produjo una gran satifacción, y espero que el lector pueda experimentar una sensación parecida a lo que fue encontrar y aprender sobre todos y cada uno de los artilugios que aparecen en estas páginas" Theodore Gray
El capítulo dedicado a las cosas transparentes contiene muchos inventos modernos, pero sobre todo habla del antiguo deseo humano de observar por dentro, de comprender y revelar el funcionamiento de las cosas.
La categoría más reciente de artilugios de este libro tiene unos 3500 años y está en el capítulo de los relojes. En los siglos y milenios transcurridos, los relojes se han convertido en una fantástica variedad de dispositivos mecánicos y electrónicos inteligentes.
Las cerraduras más antiguas halladas tienen 4000 años de antigüedad y al parecer los intentos de robo son igual de antiguos... El secreto es fundamental en una cerradura. Con suficiente información es posible abrir cualquiera. Esto las convierte en uno de los primeros ejemplos de equipos de procesamiento de datos.
Las balanzas aparecieron incluso antes que las cerraduras, ya que datan de la época de las grandes pirámides de Egipto, hace 4500 años. En el comercio pueden contener cierto margen de error pero para usos científicos han de ser muy precisas para poder diferenciar hasta la millonésima parte de algo.
Lo más antiguo son las herramientas y la fabricación de tejidos e hilados que se remontan a una época anterior a las palabras: cosa que era de esperar de algo tan básico como la forma en que nos mantenemos calientes. La fabricación de tejidos nos ha conducido hasta aquí desde nuestro nacimiento como criaturas con coordinación óculo-motora: desde el momento en que nos convertimos no en habitantes, sino en creadores de nuestro mundo.
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