- Ricardo Cubedo es oncólogo en el Hospital Puerta de Hierro y en el MD Anderson Cáncer Center. Acaba de publicar el libro "El órgano transparente" sobre la inteligencia del sistema inmunitario; una obra perfecta para aprender sobre su funcionamiento y eliminar algunas creencias como que las defensas hay que mejorarlas, que pueden estar bajas y que debemos desinfectar todo lo que tocan los bebés, entre muchísimas otras. El autor consigue con un lenguaje al alcance de todos: desvelar la relación entre las defensas con las que nacemos y las que vamos construyendo a lo largo de la vida; explicar el papel de órganos poco conocidos como la médula ósea o el bazo, así como el mundo de los glóbulos blancos y los anticuerpos; mostrar las herramientas que tenemos para reforzar nuestras defensas; y desenmascarar las falsas creencias que circulan no solo en las redes sociales, sino también en la publicidad más convencional.
- ¿Cómo de bien conocemos el sistema inmunitario?
En comparación con lo que sabíamos de él hacía diez o quince años, bastante bien. Se ha avanzado mucho durante la última década en el conocimiento detallado de las “tuercas y tornillos” que permiten el funcionamiento del sistema inmunitario.
Aun así, nos queda mucho por conocer, como las razones detrás del incremento de trastornos autoinmunes que sufrimos las sociedades ricas industrializadas, o la relación exacta entre la microbiota y el sistema inmunitario.
- ¿Qué es lo que más le sorprende del SI?
Pues justamente la razón por la que le he llamado “transparente”, esa manera de actuar cada minuto de cada día de nuestra vida, llevando a cabo algunos de los procesos más complejos del organismo, pero sin que lo percibamos jamás, sin que se estropee ni desfallezca prácticamente nunca.
Es como abrir el grifo y que salga agua, o enchufar el teléfono móvil y que recargue la batería; esas infraestructuras que, a fuerza de cotidianas, damos por hechas, pero que dependen de procedimientos muy complicados de los que alguien se está ocupando por nosotros todo el tiempo, ahí en la sombra.
- ¿Qué significa eso de que tenemos 2 SIs?
El SI está duplicado.
Por un lado, tenemos un SI ya “hecho” desde el nacimiento. Funciona 24/7 a un coste energético muy bajo. Es el que impide que nos ataquen los microbios que inhalamos con cada respiración o que ingerimos con cada bocado. Es antiquísimo desde el punto de vista evolutivo, casi tanto como la propia vida sobre la tierra. Se llama “innato”, por eso de que nacemos con él ya instalado y funcionando.
El otro se va construyendo a lo largo de la vida, perfeccionándose a base de “actualizaciones” como un sistema operativo informático. Es súperpotente, pero consume un montón de calorías y tarda algunos días en ponerse a punto. Por eso recurrimos a él solo de cuando en cuando, cuando la amenaza lo requiere. Lo compartimos con todos los animales vertebrados, desde una sardina a un oso polar. Tiene dos superpoderes: uno es que, a diferencia del anterior, desarrolla células y sustancias defensivas (como los anticuerpos) elaboradas ex profeso para cada caso, a la medida exacta de cada microbio, y por eso se llama sistema inmunitario “adaptativo”; el segundo es que deja memoria durante años o de por vida, de modo que si ese microbio nos infecta por una segunda vez tendrá muy pocas oportunidades de prosperar porque será atacado de inmediato con toda la furia del sistema adaptativo que se ha quedado con su cara y le está esperando tras cada puerta de entrada de nuestro cuerpo. Las vacunas consisten, precisamente, en “cebar” el sistema adaptativo, de modo que disfrutemos de esa memoria inmunitaria frente a algunos gérmenes peligrosos, pero sin necesidad de haber pasado la primera infección.
Lo más bonito, lo más “transparente” es el modo en el que ambos sistemas se coordinan y conversan entre ellos, pasándose las tareas del uno al otro según sea la amenaza, sin que nos demos cuenta, mientras dormimos, vamos en el metro o flipeamos las pantallas del Tik-Tok.
- ¿Es posible tener las “defensas bajas”?
Sí… si te has infectado de SIDA, o si eres tan anciano y estás tan deteriorado que tu esperanza de vida es inferior a un año y ya empiezan a fallar hasta tus sistemas más básicos, o si estás recibiendo una quimioterapia agresiva, y también si sufres de una desnutrición tan severa que tu organismo intenta sobrevivir quemando tus propias proteínas para obtener algo de energía …
En casi cualquier otra circunstancia distinta de estas tan extremas no existe tal cosa como “las defensas bajas”. Vivimos rodeados de gérmenes tan agresivos y exóticos que no podemos ni imaginarlos. Suponer que existe alguna clase de inmunodeficiencia o que necesitamos alguna clase de ayuda inmunitaria externa porque nos hayamos acatarrado dos o tres veces en un invierno es disparatado, como decir “creo que tengo algo de insuficiencia cardiaca” porque nos encontremos ocasionalmente algo cansados. El sistema inmunitario es mucho más robusto que todo eso. Si sufriéramos una auténtica deficiencia inmunitaria lo que tendríamos sería tuberculosis, infecciones por los hongos más variados, neumonías en cadena…
- Hay quien en momentos de mucho estrés o justo en vacaciones suele ponerse enfermo de forma recurrente y lo achaca a una “bajada de defensas”, ¿qué está pasando ahí realmente?
Pues pasan dos cosas. La primera es un sesgo psicológico que nos lleva a relacionar unas cosas con otras, a hilar acontecimientos en cadenas de causas y consecuencias. Si nos ponemos malos un mes cualquiera, no vamos a buscarle tres pies al gato; pero si coincide que es justo la víspera de tomar el avión, es imposible no imaginar que fue debido al estrés del viaje.
Por otro lado, es cierto que el estrés crónico afecta al sistema de defensas; es algo que se puede medir en condiciones experimentales con animales de laboratorio. Sin embargo, en la vida real, las infecciones que realmente aparecen en periodos de tensión nerviosa son muy pocas y generalmente leves, como el herpes zóster o los herpes de los labios
- El tabaco, ¿afecta al SI?
Sí, de muchas maneras.
El tabaco devasta los cilios de la mucosa de los bronquios. Son como un mar de tentáculos microscópicos que tapizan todo el árbol respiratorio. Baten sincronizadamente, originando olas que mueven la mucosidad siempre hacia el exterior, estorbando la penetración de los microbios. Sin cilios, los gérmenes pueden penetrar mucho más fácilmente hasta lo más profundo de los pulmones, porque no tienen que nadar “contra corriente”.
Provoca, además, un estado de inflamación crónica en las vías respiratorias y en otros tejidos que acaba por agotar y debilitar la función de los glóbulos blancos.
Por último, el tabaquismo conlleva un mayor riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes, como artritis reumatoide, lupus o esclerosis múltiple.
- ¿Cómo distingue el SI una célula cancerosa de otra normal?
Existen unas proteínas en la superficie de nuestras células llamado “sistema HLA”. Funcionan como una especie de pinzas pivotantes. Aproximadamente una vez al día giran hacia el interior de la célula, pillan una molécula cualquiera al azar y la sacan al exterior. Son miles de “pinzas” recubriendo cada célula, exhibiendo constantemente al exterior, a la vista de los glóbulos blancos del sistema inmunitario, un “muestrario” de lo que se cuece en el interior de cada célula de cada tejido en cada momento.
Así, el sistema inmunitario recibe alarmas tempranas de que algo está torciéndose en el interior de una célula, ya sea porque se está transformando en una versión maligna de sí misma o porque está infestada de virus o parásitos.
- ¿De verdad tiene relación el SI con la atracción entre personas?
Algo parece que tiene que ver, y también está relacionado con el sistema HLA de la pregunta anterior.
Las proteínas del sistema HLA son ligeramente diferentes en cada persona, una especie de “huella digital” del sistema inmunitario. De hecho, es lo que se mira para ver si un órgano donado es o no compatible con el posible receptor de un trasplante. Algunas de esas proteínas se desprenden de las membranas de las células y son arrastradas por la sangre. De allí pasan al sudor, a las secreciones y al aliento. Son volátiles, de modo que se evaporan y alcanzan la pituitaria, la mucosa olfativa de las personas de nuestro entorno.
Se han demostrado dos cosas interesantes. Una es que tienden a emparejarse las personas con sistemas inmunitarios diferentes en cuanto a su HLA. Es como si, de alguna manera, seleccionáramos a aquellos que son ideales para combinarlos con nuestra propia inmunidad, dotando a nuestra prole de unas defensas más diversas y más capaces frente a un catálogo amplio de microbios.
La segunda es que, si le das a oler a un grupo de voluntarios ropa usada por personas elegidas al azar y les preguntas qué prendas les olían “menos mal”, casi siempre eligen las que habían sido usadas por personas con proteínas HLA parecidas a las de anteriores parejas
- ¿Qué tiene que ver la microbiota con el SI?
Muchísimo, aunque es algo sobre lo que se está investigando y aprendiendo a tope ahora mismo.
No todas las microbiotas son iguales, ni mucho menos. Hay microbiotas más ricas y otras más pobretonas. Y, según los gérmenes que las pueblan, también las hay más y menos saludables. Todo esto, además de variar de persona a persona, puede ir cambiando a lo largo de la vida de cada sujeto, tanto a peor como a mejor.
Pues bien, independientemente de que el sistema inmunitario sea perfecto, parece ser que una microbiota poco saludable puede determinar tanto que el sistema inmunitario sea menos capaz frente a las amenazas externas, como que las defensas se revuelvan contra nosotros bajo la forma de enfermedades autoinmunes.
La cosa va muchísimo más allá. Hay estudios muy fiables que han relacionado la composición de la microbiota con asuntos tan dispares como la depresión o la respuesta de algunas clases de cáncer a la quimioterapia. ¡De locos, un desfase! Queda mucho por investigar y por descubrir en este campo de la inmunología.
- ¿Protegemos demasiado a los niños de los gérmenes del entorno?
Igual resulta que sí. El sistema inmunitario tiene como dos listas; la lista negra y la de invitados. En la primera se anota lo que hay que atacar, como los microbios chungos. En la segunda, lo que hay que dejar pasar, como los gérmenes de la microbiota y las proteínas de los alimentos. Si se lían las listas, malo, porque el sistema inmunitario va a ser como una policía que confunde a los buenos y a los malos.
La confección de las listas es una función esencial del sistema inmunitario. Se llama “tolerancia” y se lleva a cabo durante los primeros tres o cuatro años de vida. Ahí colaboran las amígdalas (que son un órgano inmuntario), otro órgano un tanto misterioso que tenemos en el pecho y que se llama el timo, la costumbre de los niños pequeños de llevarse a la boca todo lo que les rodea y la pulsión irresistible de los adultos por besuquear en la cara y en las manos a todos los bebotes que se nos ponen a tiro.
La hipótesis higienista o “de los viejos amigos” vine a decir que un exceso de “asepsia” durante esos años críticos de la creación de la tolerancia inmunitaria conlleva que no estemos sembrando nuestra microbiota con una serie de gérmenes críticos con los que teníamos un antiguo pacto desde épocas paleolíticas. Quizá ser tan limpitos tenga algo que ver con la epidemia de alergias y enfermedades autoinmunes que sufrimos las sociedades urbanas e industrializadas de los países ricos.
- ¿A quién le interesará este libro?
A cualquiera que sea curiosón, que le guste aprender cosas pero que le asusten los asuntos de medicina y biología porque teme que sean demasiado complicados.
De verdad que me he esforzado es explicarlo todo clarito, clarito, clarito. Si fuiste capaz de seguir Juego de Tronos sin perderte demasiado, esto lo tienes chupado.
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