Vasallo echa mano de uno de los referentes mediáticos más alejados (a priori) de las corrientes intelectuales al uso y evoca la figura de Belén Esteban para reivindicar su condición de “mujer de barrio que usa su propia vida para escribir”, y ahí comienzan las diferencias, en el lenguaje que una y otra utilizan, en lo que denotan las palabras que cada una emplean, en el discurso que acaban trenzando. Y es que el lenguaje “deriva en exclusión de clase a través del mismo lenguaje que utilizamos”.
Salpimentado con vivencias de la autora, el ensayo pone de manifiesto “las trampas del sistema para hacernos creer que por el hecho de ser nombradas estamos incluidas en el discurso” e invita a luchar por el lenguaje, “una lucha totalmente legítima y necesaria”, aunque haya que tener claro que cambiando el lenguaje no cambiará la realidad.
Esa lucha que va mucho más allá de la lingüística “es una lucha política”, en palabras de la autora, que denuncia que al pensar en el lenguaje inclusivo “no estamos fuera de este sistema, sino desgraciadamente tan dentro como cualquier otro grupo, idea y colectivo”.
Por eso son tan importantes las preguntas que Brigitte Vasallo se va haciendo a lo largo de su libro, esos interrogantes que profundizan buscando y generando nuevas dudas. Ya no es sólo quién incluye a quién sino en dónde y para qué.
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