- Así es como hablaba de Mary Norris, la gran dama de la corrección, a propósito de su nuevo libro,
Mi gran odisea griega: «Hay quien aprende idiomas y hay quien se enamora de ellos». Y cuando alguien nos cuenta que otro está enamorado de algo o alguien nuestra curiosidad se despierta de golpe, levantamos la cabeza y empezamos a buscar en el horizonte como perro perdiguero. Nosotros también queremos caer prendados para sentir ese cosquilleo de la endorfina pura. ¿Quién va a renunciar a esto?
- Pero, ¿cómo puede una persona enamorarse de una lengua? ¿qué quiere decir Mary Norris cuando dice que el griego ha sido su salvación? Seguramente tiene mucho que ver con el retorno de haberse lanzarse sin reservas como una arrebatada enamorada y dispuesta a todo. Porque Norris deja que sea el pabellón olímpico el que le ofrezca un modelo de mujer a seguir: Atenea, la diosa de la guerra y la sabiduría, la diosa virgen; Atenea, la de los ojos grises es quien la ayuda a reconciliarse consigo misma. Con Deméter, la diosa que pierde a su hija Perséfone, Mary Norris no solo descubre el gran ciclo de la vida (las estaciones, el estrecho vínculo entre la vida y la muerte), sino que aprende a entender el dolor de su madre por la muerte accidental del tercer niño de la familia. Y por muy chocante que resulte, Afrodita pasa, en el corazón de Mary Norris, de ser la odiada diosa de la belleza y la sensualidad femenina, el paradigma publicitario por excelencia, a convertirse en guía de reconciliación con su cuerpo; zambullirse en los Baños de Afrodita en Chipre no solo es un anuncio de Dolce&Gabanna, sino que acaba siendo una experiencia renovadora, se ve a sí misma de otro modo y se da cuenta que su visión del mundo tiene otra paleta de colores.
- Así pues, ¿lo de Norris con Grecia es enamoramiento o es salvación? Sí, la autora tenía razón, Grecia la ha salvado.
- Su relato, que no es estrictamente cronológico, sino que pivota sobre una colección de ocho anécdotas, es también un regalo para el lector por la sencillez con que transmite sus reflexiones y emociones, la sinceridad con que se enfrenta a sí misma y la valentía con que afronta sus contradicciones y miedos. Y justamente es esta honestidad plagada de guiños la que hace que
- sea una joya moderna en la sección «Literatura de viajes» de las librerías. No es una guía sobre la Grecia continental, Chipre, Míkonos o las Cícladas, aunque muchos de los destinos más populares aparezcan en el relato. Es uno de esos libros con que el viajero inicia su propio periplo y su propia odisea antes de poner el pie en terriotrio heleno. Con maestría conecta esa tierra dura y seca de la que extraemos líquidos preciados como el vino y el aceite con una lengua que nos lleva al Olimpo, a Troya; a las terribles tragedias de Eurípides y Sófocles; a la cuna del pensamiento occidental (la filosofía, la democracia, la nostalgia); a una lengua que está presente hoy no solo en las decenas de prefijos con que hacemos crecer nuestro vocabulario científico (
oftalmólogo, ginecólogo, cibernética...), sino también en palabras que nunca hubiéramos sospechado que eran griegas, como
plástico, mosaico, política, biblioteca, efímero, fósforo, apología, academia ohelicóptero.
- ¡Cuántas trazas de ADN griego tenemos hoy en día! ¡Y cuántas veces acudimos a él para ponerle nombre a nuevas realidades! Y no solo los científicos y los publicistas, o los locos que hacen libaciones a los dioses, tú también puedes rendir tu tributo personal a los dioses si vas al Liceo,limpias con
Ajax Pino
- o compras en Amazon.
- ¡EUCHARISTÓ, Mary Norris!
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